He tenido enormes deseos por escribir; pero no siempre dejo que
estos se cumplan, quien leyera esto y pensara que he malgastado mi tiempo en
frivolidades pero no en escribir probablemente no entiende que escribir es una
pasión caprichosa.
Los últimos meses
han sido en definitiva un recuento de excesos y sueños cumplidos; pero ahora me
siento cansada; son probablemente las ideas que corrompen en mi mente aquellas
que me producen malestar, esa depresión a la que me gusta llamar tiernamente:
pereza.
Evidentemente lo que
antes conocía como amor (el psicoanálisis se ha encargado de hacerme ver que el
concepto, al menos como yo lo conocía no existe), me ha causado muchos
conflictos internos; en este punto considero crucial mencionar que no culpo a
nadie de ello; las circunstancias han resultado catastróficas por una serie de
eventos desafortunados de eso que para simplificar las cosas voy a llamar
burdamente: “destino”.
Paradójicamente, algunos
pueden pensar que siempre tomo con mucha alegría los cambios por aquello de que
mi rutina es inexistente, quizás por ello hasta yo lo pensaba, pero el diván se
encarga de hacernos caer en la realidad (o al menos a mí me ha tirado por un túnel
similar al de Alicia en el país de las maravillas, solo que el mío ha estado
lleno de realidades ocultas a mi conciencia), así descubrí lo difícil que es
para mí tolerar la frustración; en ese estado de shock que emerge de la fatal revelación,
vivo un presente que ha resultado muy diferente al futuro que me había
planteado en la mente, algunas cosas de esas inesperadas me han parecido
hermosas y excitantes; pero otras simplemente me han devastado al punto de no
saber qué es lo que quiero hacer; eso último dicen es parte de crecer, pero no
estoy pasándola bien.
No quiero parecer
oportunista al escribir sobre las atrocidades que me rodean, hago el comentario
porque la muerte y la ausencia física no deben volverse parte de la
cotidianeidad, pero sobre todo no deben dejar de indignarme; como estudiante
mexicana vivo con la rabia de un presente social que repudio porque no puedo
entender el nivel de violencia que vive mi país, no vivo con miedo porque eso
representaría para el Estado un triunfo, resultaría un objetivo cumplido a
través de la sangre derramada en impunidad por una elite que ha olvidado la
función del poder de Estado.
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