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viernes, 22 de diciembre de 2017

Tlaxcaltecas y fantasmas

Hace ya casi un siglo que se reduce a un año decidí sumarme a una "lucha", no la entendía, no la entiendo.
Entré a una enorme cueva, llena de fantasmas, de lobos, de mosquitos.
No se mueve ni con dos terremotos en un mes y sin embargo, se mueve.
Miro como de su cuerpo lloran imágenes, recuerdos y "esperanza".
Escucho entre sus muros el eco de lo inalterable que resulta para muchos su permanencia en ese espacio, la primera piedra de su fundación, ha sucedido lo que en Pompeya, la gente se petrificó en cenizas esperando renacer, se calcina por dentro hasta estallar.
De noche es habitada por la melancolía de la imposibilidad y de día es un desierto que esperando a ser oasis está
Náusea me invade, el frío de la colectividad y el incesante estallido del ideal.
Todo tiene para ser, se dice, no es, pero sigue siendo.
Creí, creo, aguardaré.

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